Por San Antón…

… ninguna niebla llega a las dos».

o «media hora más de sol«, o «frío y tristón, mete las nieblas en un rincón».

Llegar a San Bartolomé de Pinares ya caída la tarde un 16 de enero es aterrizar de lleno en uno de los inviernos más duros de la península ibérica. Aunque llegamos con la esperanza de sumergirnos en el fuego purificador, de repente la gélida humedad del ambiente se apodera de nuestros huesos.

Vamos a cargar las pilas para la madrugada que nos espera. Cualquier localidad en fiestas debería contar, como es costumbre, con un sinfín de baretos y quioscos para compensar el vino por tragar. Pero no. En San Bartolomé solo hay un Hogar del Pensionista y un quiosco sospechoso abiertos a esas horas.

Decidimos matar el gusano en el Hogar del Pensionista. Dos tapas son suficiente pertrecho para salir a la calle decididos a disfrutar de este singular festejo. Y es que la calle principal de esta localidad, empinada y adoquinada en su ascenso paciente hacia la plaza de la iglesia, ya está caldeándose al atice de los lugareños que están preparando con mimo las hogueras.

los preparativos

ya suenan los cascos

El frío y la noche empiezan a romperse al paso de los cascos. Los bocados apretados y los jinetes sujetando esa tensión animal que se abre paso en su descenso, por las callejas traseras, al inicio de la calle de la iglesia.

y el rito comienza

Nos apostamos en lo alto de la calle. Vamos a ver si tenemos suerte y, entre el gentío, las sacudidas de humo y el calor de las brasas, logramos alguna localización desde la que contemplar el galope desatado de los caballos y las chispas saltando por el aire. Precedidos de dulzainero y tamboril, el rito comienza. Adrenalina en estado puro. Por momentos no sabremos si estamos en la provincia de Ávila o en medio de la batalla de Gettysburg.

Abandonamos San Bartolomé de Pinares exhaustos. Nos vamos con la certeza de nuestra más profunda purificación: ese humo que tardará algunos días en desaparecer hasta del alma. Tenemos que volver en otra ocasión. Especialmente porque, una vez acabada la danza ecuestre, las brasas se prestan a otro fin: las parrillas de los locales en las que abundan la panceta, la morcilla e incluso algunas chuletillas de cordero.

Nota: Leo la jornada siguiente al evento que existe un movimiento animalista contrario a la celebración de este festejo.

© Joaquín Rivero de todas las imágenes presentes en esta página.

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